Cuando Cristóbal Colón descubrió tierras
americanas, también tuvo que tener en cuenta la parte religiosa. La idea de que
el Pontífice podía administrar sobre las tierras habitadas por infieles, fue
motivo para que la misión evangelizadora se tuviera presente como acción
determinante. De esta forma se considerará imprescindible la tarea de
transformación de la mentalidad de los hombres habitantes en el Nuevo Mundo. A
ello ayudó la necesidad de los Reyes Católicos de conseguir una Bula semejante
a las obtenidas por los portugueses.
La bula inter Caetera I (3 de mayo 1493) otorga nuevas tierras a los reyes
con el compromiso con el compromiso de la conversión de los habitantes.
La Iglesia se organizó en América de
acuerdo con su esencial constitución jerárquica, aunque en los primeros
momentos presentó una situación particular. Primero procedió al envío de
religiosos, algo que se mantuvo durante varios años, que a pesar de que
llegaron a crear diócesis sobre los supuestos reinos de la isla
Española.
Las primeras sedes episcopales fueron: Sto.
Domingo, Concepción de la Vega (ambas en la citada isla) y San Juan (Puerto
Rico), que fueron establecidas en virtud de la Bula Romanus Pontifex (1511).
Cumplido en lo esencial el mapa diocesano
en las Antillas, se fundaron, a medida que la penetración española avanzaba,
mitras en nuevos puntos del continente (ya que desde las Antillas se dio el
salto a Tierra Firme): la primera, la Carolense del Yucatán (1518), que no
llegó a ocuparse por las precarias condiciones de la presencia española en aquellos
lugares, de modo que pudo trasladarse el título al obispado de Tlaxcala (1526),
cuyo primer prelado electo fue el dominico fray Julián Garcés. La sede de
Tlaxcala se trasladó a Puebla. La de Méjico adquirió tal dignidad por la
Bula Sacri Apostolatus ministerio (1530). El primer Obispo
mejicano fue una figura ilustre: fray Juan de Zumárraga. De forma inmediata
empezaron a surgir otras iglesias locales en el territorio novohispano:
la de Antequera de Oaxaca (1533) y Michoacán (1536).
En la misma década de 1530 se
constituyeron otras catedrales en el Centro y Sur de América: en la costa de
Tierra Firme surgen las de Coro y Sta. Marta (1531), y al de Cartagena 3 años
después; en Centroamérica, se erigen los obispados de León de Nicaragua en
1533, y Guatemala en 1534, a los que siguió el hondureño de Trujillo (1539). En
el ámbito peruano, la primera catedral fue la de Cuzco (1538 aproximadamente),
que se benefició de los títulos que se otorgaron a la nunca existente Tumbes.
La de Lima surgió en 1541. (Ramos Pérez, 1987:524).
En el segundo viaje de Colón (1493)
embarcaron los primeros evangelizadores con dirección a América. Se trataba de
los religiosos que acompañaron a fray Bernardo Boyl. La
evangelización seria da comienzo con la llegada de los franciscanos
(emprendieron el viaje hacia el Nuevo Mundo en 1502). Al principio fueron unos
dieciséis, pero pronto se les fueron uniendo más: en 1505 ya tenían la fuerza
suficiente como para convertirse en provincia autónoma, la primera de América,
llamada Santa Cruz de las Indias Orientales.
En agosto de 1511 se erigieron tres
diócesis nuevas: Santo Domingo, Concepción de la Vega y San Juan de Puerto
Rico. Las tres eran independientes entre sí y estaban supeditadas al
arzobispado de Sevilla. Ésta fue la primera configuración diocesana que se dio
en América.
Las primeras Arquidiócesis que se fundaron en América fueron: Sto Domingo. México y Lima.
Arquidiocesis de Lima
Arquidiócesis de Mëxico
Arquidiócesis de Santo Domingo
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